sin luna, sin estrellas, sin aullido apenas.
Escuchar al viento, que atrevido va silbando:
¿Dónde está el hogar al que llamas tuyo?
No tengo más morada que su pecho.
No tengo más cobijo que su abrazo,
ni más casa que acoja, de las tormentas, mi cuerpo.
Y será la madrugada quien me mate,
y me traiga, cual relámpago, su recuerdo
pero siempre, como lobo moribundo
le lloraré silente, en esta colina.
)ese callado llanto que se transforma en aullido...(
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