poco a poco,
a que nadie me mire por la calle,
a no levantar curiosidad en la gente,
a que la carne se me descuelgue del cuerpo,
a que mi rostro se esté volviendo duro
y ya no tenga esa inocencia de antes.
Ya no levanto interés
aun cuando me ponga mis mejores galas
y salga a la calle dispuesto a todo,
dispuesto a comerme el mundo
pero al final es el mundo quien me come a mí.
Y vuelvo a mi casa
con el rabo entre las piernas (nunca mejor dicho)
con la decepción de haber pasado inadvertido
al resto de mortales,
con el alma quebrantada
rayando el suelo mi sombra crujiente.
Ya me voy acostumbrando a ser uno más de tantos,
alguien que pasa sigiloso
entre las grandes avenidas escépticas
que ya no creen en nadie,
con mis ropas anchas y mis ojos huecos
y mi alma seca
y mis pies cansados
y con grietas en las manos
y con surcos en el rostro
y con estigmas en el pecho
y con el corazón escayolado.
¿Comprendes lo que te digo?
¿Sabes de esa sensación de ser inerte?
Contemplo como se destroza mi cuerpo
y se desmorona como un monasterio abandonado,
se desconcha mi piel
que se vuelve áspera a tus manos.
El viento sopla en la llanura de mi pecho,
en la redondez de mi vientre
se concentra la inevitable prueba que confirma
que el paso del tiempo está haciendo estragos
a lo largo y anclo de este cadavérico paraje
por donde pasean los perros olfateando
y marcando su territorio.
)solo me interesa ser visible para ti...(
©poesía incluida en mi libro "FRÁGIL INMORTALIDAD"
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu huella;comenta