Pasé ésta noche de puntillas
por la calle estrecha
creyendo escuchar
un lamento de llamadas tristes,
de sonidos de muerte,
de lanzas sangrantes.
Pasé intuyendo que la sentencia
ya estaba escrita
y que al doblar la esquina
te encontraría o con la cruz a cuestas
o atado a una columna.
La gente caminaba
y se cruzaba ante mí, callada,
silenciosa,
envuelta en luz plata de la luna morada.
La noche era incomoda,
fría, honda y desagradable.
Impaciente yo estaba
por doblar la esquina y verte.
Quizá no estuvieras sangrando
ni mojando las calles con tu sudor de sangre.
Quizá relucirías y sin heridas te encontraría.
Y doblé la esquina y te encontré
como siempre; doblado por los azotes.
De espinas coronado.
Dispuesto a la muerte... Así te encontré.
No podía ser de otra manera.
)...este hombre da buena acogida a los pecadores y come con ellos...(