como tantas noches.
Mi cantimplora vacía.
Mi corazón entumecido.
Y de repente al doblar en el bulevar encontré
unos ojos llenos de brillos,
de luces,
de bálsamos,
pero sobre todo encontré en ellos un grifo,
el cual abrí y rellené mi corazón con sangre fresca.
Esos ojos tenían un rostro
y ese rostro una boca
y esa boca unos labios
y esos labios me dijeron palabras que fueron medicina.
Una medicina muy valiosa
que no se vende en las farmacias
ni la recetan los médicos mediocres.
Ha sido grato,
muy grato y emocionante encontrarte-le dije yo-
así tan de repente.
Y luego marché a la habitación mía –solitario-
donde transcurre el devenir de mis noches.
Nunca más supe de esos ojos.
Desde entonces puse un altar allí.
)todo se puede con esos ojos, nadie te dirá que no...(
©poesía incluida en mi libro "TENDRÍAS QUE ESTAR AQUÍ"
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