¿Podré
volver a ser yo mismo,
cuando,
inevitables,
tus
labios,
ya
no sean míos?
¿Podré
vivir en paz cuando,
desahuciado,
apenas vivo,
sepa
que eres de otro?
Que
vives en otra casa,
que
sonríes a otros ojos,
que
cenas, contento e ilusionado,
en
otra mesa.
¿Podré
morir acaso,
una
noche cualquiera,
en
paz,
tranquilo,
solo
con el recuerdo de tus besos?
Y
volveré cada noche a esa puerta,
¿te
acuerdas?
A
esa calle, a ese portal,
donde
muerto de miedo
te
encontré una madrugada.
Y
podré morir ahí.
Allí
me encontrarán sin pulso apenas,
tirado
en el suelo, muerto de pena.
Esperando.
Esperando siempre a que vuelvas.
Familia, amistad y el azar de lo propio
Hace 14 horas

